Muchas veces la economía es estudiada desde otras ciencias que
contribuyen a comprender su complejidad. Casi todos los profesionales en
ciencias económicas contemporáneos pasaron alguna vez por la universidad. Es
allí donde comienzan a formarse los criterios profesionales y se consiguen
algunas de las herramientas para el desarrollo profesional y académico.
Es por eso que me gustaría escribir sobre el capítulo IX: “la
macroeconomía” del reciente libro “La tarea en la universidad” (Eudeba, 2013)
de la especialista en educación Diana Mazza.
Lo primero que llama la atención es que, contrariamente a lo que los
estudiantes de ciencias económicas estamos acostumbrados, la tarea en la
universidad puede ser desarrollada de distintas maneras. Así, los otros
estudios de caso sobre la expresión escrita, la endodoncia (tratamientos de
conducto) y el diseño nos permiten vislumbrar que las estratégicas para la
enseñanza en la universidad están lejos de ser únicas.
La autora estudia una clase de macro (para no economistas) del
posgrado en administración pública de la U.B.A. Voy a comparar lo que dice con
mi experiencia en el grado.
En principio describe al curso como estructurado en 10 clases
semanales y dado por un prestigioso profesor. Esto contrasta con los cursos de
grado de 15 semanas y asistencia de dos o tres veces por semana. En general el
profesor titular asiste 25-50% de las clases regulares.
Analicemos esto un poco. Según mi perspectiva e independientemente de
la retribución monetaria que reciben los docentes, el incentivo de los
profesores de grado está en el prestigio personal. Por otro lado, el incentivo
de los profesores de posgrado es el sumar prestigio para el programa en que se
desempeñan. Más prestigio iguala mayor selección de ingresantes y/o mayores
ingresos, que se transforman, a su vez, en mayor prestigio personal.
Contrariamente, el prestigio de la U.B.A. en el grado es tomado como un hecho.
El posgrado no tiene aulas específicas pero sí se encuentra en el
sector de posgrado (N. de A.: tercer piso al lado de la biblioteca). Las aulas
están cuidadas y cuentan con un cañón. En grado las aulas son limpias y
ordenadas, en general. Sin embargo presentan un grado de dejadez similar a los
de los despachos públicos (alfombras gastadas y rotas, pizarrones en mal
estado, asientos desparejos, pintura de mala calidad, entre otros).
El profesor, P en el libro, es reconocido en su ámbito. Piensa a la
economía como una ciencia social (pensamiento compartido con todos los profesores
que tuve en el grado) y le da una concepción práctica (en grado hay cursos más
prácticos como finanzas públicas y otros más teóricos como microeconomía). P
confecciona un manual propio (casi no visto en el grado donde la bibliografía
es importante).
El estudio analiza la característica de la clase: es una exposición
dialogada casi sin interacción entre profesores y alumnos. Es un programa con
una exposición lineal, no modificado por el auditorio. Hay escaso desarrollo de
la grupalidad. Los protagonistas son el profesor y el texto; los alumnos son
intercambiables.
Creo que la mayoría de las materias en el grado presentan estas
características, sobre todo en las del departamento de economía. La grupalidad
se da por fuera del aula. Ante preguntas de los profesores, no hay quien
responda. Es incomodo, por momentos, estar en una clase en la facultad.
¿Qué diferencia habría entre ir a la clase y mirarla a través de una
cámara? Esto no queda claro en la mayoría de los cursos (tal vez sí, en las
clases anteriores a un parcial). Es esperable que si no se modifica la manera
de dar la clase y teniendo en cuenta la tecnología actual, se puedan optimizar
muchísimo los recursos (disminución de la dedicación de profesores y aumento de
la cantidad de alumnos por profesor). Personalmente, me gustaría que los
profesores notaran esto e hicieran participar más a los estudiantes en sus
clases. Para ello, no basta con hacer preguntas: como se observa en otros
estudios del mismo libro, se deben contar con otros recursos pedagógicos.
El curso se evalúa por medio de un trabajo monográfico, lo que no es
la manera más usual en el grado (parcial escrito).
La autora señala que los alumnos ven al curso como difícil y lejano y
que hay una cierta tensión entre la teoría abstracta y la política. Esto se
puede deber a que los alumnos están en una etapa muy inicial de sus estudios de
economía. En los cursos más avanzados está tensión tiende a desaparecer (aunque
depende de la escuela de pensamiento a la que esté adherida la cátedra).
En resumen, la clase estudiada por la especialista en educación,
presenta muchas similitudes con la tarea de grado aunque hay diferencias no
menores. Lo más preocupante parecería ser el hecho que el curso no dependa de
los oyentes (como en una obra de teatro) y que no logre moldearse a los
requisitos de la enseñanza en el siglo XXI. Si así siguiera, está destinado a
convertirse en un vídeo de youtube.
Foto: http://www.freedigitalphotos.net/ KROMKRATHOG
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